La corrupción nuestra de cada día
“Ser honesto en este país, es ya ser revolucionario”
Alfonso Barrantes dijo, con cierta razón, que “Ser honesto en este país, es ya ser revolucionario”. La frase del líder de la otrora Izquierda Unida da a entender como si la excepción fuera la honestidad en el país y quizá no le faltaba razón. Las conclusiones de los estudios de Percepción de Corrupción elaborados por ProÉtica y las demás instituciones afirman que “los peruanos toleran la corrupción en tanto le son funcionales a sus fines, no al fin de la sociedad”. Es decir, los ciudadanos de este país aceptamos la corrupción siempre y cuando nos sirvan a nuestros intereses particulares, pero nos indignamos si el acto viene de otra persona. El año 2013, los estudios afirmaban que el 83 % de peruanos estamos dispuestos a dar obsequios o pagar dinero a un funcionario o servidor público para agilizar un trámite. Esos resultados no han variado mucho hasta la última encuesta realizada el 2017. En el Perú hay un hecho real que tenemos que darnos cuenta para poder encontrar soluciones reales: La corrupción es un problema de la sociedad y no solo de la política.
Además de ello, los países donde menos corrupción existe, es en los países donde sus ciudadanos respetan, mínimamente, las reglas básicas de convivencia. En el Perú, ni cruzar la pista sabemos. Nos gana nuestra “viveza”. Pero, ¿Por qué somos así? Es por nuestra falta de respeto a la ley. Veamos:
Cuando el Perú se independiza de España y se genera el debate entre monarquistas y republicanos sobre el futuro de la patria, ambos bandos llegan a la conclusión del poco respeto que tenemos hacia la ley. Monteagudo llegó sentenciar que en nuestro país hallaba el “hábito de obedecer a la fuerza porque nunca ha gobernado la ley”. El prócer Sánchez Carrión fue muy duro al hablar sobre el carácter peruano, pues consideraba que tenemos propensión a la bajeza: “En primer lugar hemos heredado de nuestros antiguos señores el detestable espíritu de pretenderlo todo y, de consiguiente, todas las formas de que es preciso vestirse para conseguir el fin, conviene a saber la bajeza, la adulación y el modo de conseguir con las flaquezas del que puede o debe conceder la gracia, creyéndonos aptos para todo, poco premiados con cuanto nos dan (...) maldecimos el sistema concibiendo que el único es aquel en que nuestro amor propio saca todo partido posible”
Y, ¿Por qué no respetamos la ley? Esa ya viene de muy atrás. Quizá, uno de los hechos emblemáticos, todavía sucedidos en el Virreinato, es cuando se promulgaron las Leyes de Indias y los “afectados” con esa normativa simplemente se negaron a cumplir, poniéndose de moda esa frase tan criolla que parece que aún la utilizamos a pesar de haber pasado siglos: “Se acata, pero no se cumple”.
Ahora que el 2019 se llama “Año de la lucha contra la corrupción y la impunidad”, sería bueno entender las cosas en su real dimensión para cambiar nuestro futuro. Nuestros policías, nuestros jueces, nuestros políticos no son enviados de otro planeta, salen de nuestra sociedad. Solo son un reflejo de lo que somos. Si no entendemos esto, de acá 20 años seguiremos con los casos de corrupción de turno y no habremos solucionado absolutamente nada, porque a veces, pareciese, como un académico dijo, que nos interesa más el escándalo de la corrupción que la lucha contra la corrupción misma.